El mercurio es un metal pesado que se evapora con facilidad pudiendo permanecer en la atmósfera hasta un año. El aire lo transporta y se deposita en todas partes, incluso en los sedimentos de los lagos transformándose en mercurio de metilo, de gran toxicidad, que puede acumularse en el tejido de los peces. Puede ser mortal por inhalación, alrededor del 80% del vapor de mercurio inhalado pasa a la sangre a través de los pulmones, y perjudicial por absorción cutánea. Las emisiones causadas por la incineración de desechos médicos son una de las principales fuentes de liberación de mercurio en la atmósfera.
Los centros de salud también contribuyen a la contaminación por mercurio de las masas de agua mediante el vertido de aguas residuales no tratadas. Más de un tercio se debe a los amalgames de la práctica dental. La Organización Mundial de la Salud confirmó que el mercurio presente en el amalgama dental es la fuente no industrial más importante de emisión de vapor de mercurio, exponiendo a la población afectada a niveles de mercurio que superan con creces los establecidos para los alimentos y para el aire.
En conjunto, el mercurio contenido en el amalgama dental y en los dispositivos de laboratorio y médicos representa alrededor del 53% del total de las emisiones de este metal.
La exposición más común al mercurio en el trabajo es por inhalación de vapores de mercurio líquido. Los más mínimos derrames de mercurio líquido, por ejemplo por rotura de termómetros, pueden contaminar el aire de espacios cerrados y tener consecuencias graves para la salud.
Las personas lo pueden respirar sin darse cuenta al ser inoloro e incoloro. Para el mercurio líquido, la inhalación es la vía de exposición que plantea el mayor riesgo para la salud. Diversos estudios muestran que los equipos de asistencia sanitaria que contiene mercurio siempre se terminan rompiendo. Los derrames de mercurio sobre una superficie lisa no porosa se pueden limpiar, sin embargo las bolitas de mercurio se pueden introducir en grietas o adherirse a materiales porosos como alfombras, tejidos o madera, haciendo que el mercurio sea enormemente difícil de eliminar y pueden exponer a pacientes ya afectados y al personal a niveles de contaminación potencialmente peligrosas.
Con la elección de una alternativa de instrumentos sin mercurio, un centro de salud puede conseguir una reducción notable de la exposición potencial. Por ejemplo, los esfigmomanómetros aneroides proporcionan mediciones precisas de la presión cuando se aplica un protocolo adecuado de mantenimiento.
Para comprender mejor el problema del mercurio en el sector de la salud, se recomienda que los países realicen evaluaciones sobre la utilización actual de mercurio y sobre los programas de manejo de desechos. La OMS propone el siguiente esquema de trabajo en colaboración con los países mediante estos pasos estratégicos:
1-Elaborar procedimientos para la limpieza y el manejo de desechos de mercurio en centros de salud. Procedimientos de manipulación seguros que reduzcan al mínimo y eliminen la exposición. Limpieza de los derrames, programas educativos, materiales de protección personal, recipientes apropiados para el almacenamiento de desechos, capacitación del personal e instalaciones industriales de almacenamiento.
2-Aumentar los esfuerzos para reducir la utilización innecesaria de equipo con mercurio. Los hospitales deben hacer un inventario de su utilización de mercurio para clasificar los equipos como inmediatamente sustituibles y gradualmente sustituibles. El fabricante de los dispositivos que se sustituyen los debe retirar o bien debe hacerlo el proveedor del equipo alternativo.
3-Desalentar progresivamente la importación y venta de dispositivos médicos que contengan mercurio y la utilización de mercurio en el sector de la salud, recurriendo también para ello a acuerdos multilaterales sobre medio ambiente de alcance mundial.
4-Prestar ayuda a los países para asegurarse de que el equipo con mercurio recuperado no vuelva a la cadena de suministro.
5-Respaldar la prohibición de utilizar dispositivos que contengan mercurio y promover con eficacia la utilización de alternativas sin mercurio. Ayudar a los países a elaborar un manual de orientación nacional para la gestión racional de los desechos de mercurio en la asistencia sanitaria. Respaldar a los países en la formulación y aplicación de un plan nacional, políticas y legislación en materia de desechos generados por el sector de la salud.
6-Promover los principios de una gestión ecológicamente racional de los desechos sanitarios que contienen mercurio, según lo establecido en el Convenio de Basilea sobre el control de los movimientos transfronterizos de los desechos peligrosos y su eliminación.
7-Respaldar la asignación de recursos humanos y financieros para garantizar la adquisición de equipos alternativos sin mercurio y una gestión racional de los desechos médicos que lo contienen.